Cartagena se caracteriza por tener entre sus leyendas populares seres fantásticos venidos del más allá para atemorizar y desafiar la existencia de sus habitantes. En muchas ocasiones estos seres responden a leyendas para proteger a la misma ciudadanía de una enfermedad o peligro manifiesto. ¿Cómo es posible que una simple leyenda pueda realizar este hecho? Haciéndola real. En las siguientes líneas vamos a traer uno de esos ejemplos que estuvieron presentes en la ciudad en el siglo XIX, relacionado, en este caso, con un brote de cólera de 1838.
Estos seres casi sacados del mismo infierno eran localizados en Cartagena en los cruces de caminos a la salida de la ciudad, en los arrabales y en la zona del Almarjal, la laguna que se extendía desde la zona de Morería Baja hasta lo que hoy es Ciudad Jardín; una laguna de aguas estancadas que además era foco de infecciones (fiebre amarilla, malaria, etc).
Ilustración. Fuente: Cartagena Sobrenatutal
Como decimos una forma de proteger a la ciudadanía de las pandemias y de las enfermedades infecciosas es generar este tipo de leyendas para dos motivos claros: por un lado el evitar que nadie se acerque a la ciudad infectada y por otro evitar que la gente del interior de la ciudad salga de la misma para evitar, además, la propia despoblación del territorio y, por consiguiente, la desaparición del lugar.
Se hablaba de que por la zona del Molinete y de la Morería Baja habitaban los Dips o perros vampiro. El Dip es un ser mitológico cuya etimología es catalana, más concretamente de Tarragona (Pratdip) aunque el origen de este ser se remonta a retablos del siglo XV y era considerado un ser enviado por el diablo, sediento de sangre y buscando almas que capturar.
Las descripciones de la época hablaban de una especie de perro de gran tamaño –algo parecido al cancerbero del Hades – y con muchísimo pelo oscuro; además, algunos testimonios como el de Manuel Arráez (principios del siglo XX) nos hablan de que era cojo de una pata y era muy temido por granjeros y hombres de huerta ya que eran conocidos los casos en los que entraba en las granjas y bebía la sangre del ganado ovino y bobino. Pero el caso que más nos ha llamado la atención es del Juan Perucho, que habla que se daba un verdadero festín con los borrachos, quienes eran los que solían estar por las zonas frecuentadas por el perro vampiro. Llenos de alcohol y totalmente ebrios eran encontrados por este ser, atacados sin oponer resistencia y encontrados a la mañana siguiente totalmente desangrados. Dicen que por la zona de la morería baja y por la zona de la muralla de tierra era habitual encontrar este tipo de personas muertas y desangradas.
Ilustración. Fuente: Cartagena Sobrenatutal
Lo cierto y verdad es que las gentes de nuestra ciudad corrían hacia sus casas a encerrarse cuando llegaba la noche para evitar encontrarse con estos seres pues era muy habitual que al amanecer apareciesen cuerpos destrozados y desmembrados. ¿Eran estos perros vampiro? La realidad histórica nos dice que no, que eran lobos, los cuales al anochecer salían a comer, y en ese caso les daba igual otro animal que un ser humano.
Escrito por Santi García. Rutas Misteriosas y autor del libro Cartagena Sobrenatural.
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