El Primer Fantasma de la Historia

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Hoy Día de las Ánimas en donde nos habremos levantado muy temprano para hacer las camas y dejar muy bien estiradas las sábanas, listas y preparadas para albergar por unas horas a los espíritus de nuestros seres fallecidos, es el día más indicado para recordar una de las historias de apariciones más antigua de la historia. O al menos así lo creían las gentes de la antigua Cartagonova quienes en los días donde el mundo de los de arriba se entremezcla con el de los de abajo y justo antes de terminar el ritual de protección sobre sus antiguas domus, leían o relataban este cuento que te voy a contar, documentado por Plinio el Joven en el 170 dC y que es considero por los historiadores el primer texto en el que se habla directamente de un fantasma y de una casa encantada en la Historia de la Humanidad.

Nos situamos unos siglos atrás del año relatado y la historia dice así:
Plinio el Joven, Cartas VII 27:

“Había en Atenas una casa grande y espaciosa, pero de mala fama y peligrosa para vivir en ella. En medio del silencio de la noche se oía el sonido del hierro y, si escuchabas mas atentamente, el ruido de cadenas, primero lejos, luego más cerca; después aparecía un espectro, un anciano extenuado por la delgadez y la suciedad, con una larga barba y cabellos hirsutos, que llevaba grilletes en las piernas y cadenas en las manos, que movía al caminar.

Por ello los ocupantes pasaban en vela a causa del miedo unas noches terribles y siniestras; la falta de sueño conducía a la enfermedad y, al crecer el miedo, a la muerte, pues, incluso durante el día, aunque el espectro se había marchado, su imagen permanecía clavada en sus pupilas y el temor permanecía más tiempo que las causas de ese temor.

Por ello la casa quedó desierta, condenada a la soledad y abandonada por entero al espectro; sin embargo fue puesta en venta, por si alguien que no tuviese conocimiento de tal maldición quisiese comprarla o alquilarla.

Llegó a Atenas el filósofo Atenodoro, leyó el anuncio y, cuando escuchó el precio, como la baja cantidad le parecía sospechosa, pregunta y se entera de toda la verdad, pero a pesar de ello, mejor diría, precisamente por ello, alquila la casa.

Cuando empezó a oscurecer, ordena que le sea preparado un lecho en la parte delantera de la casa, pide unas tablillas, un estilete y una lámpara, y envía a sus sirvientes al fondo de la casa; él mismo se concentra por completo —mente, ojos y manos, en escribir —, para que su mente, al no estar desocupada, no oyese falsos ruidos, ni se inventase vanos temores.

Al principio, como siempre, el silencio de la noche; después, los golpes sobre hierro y el arrastrar de cadenas. Él ni levantaba los ojos, ni dejaba de escribir, sino que se concentraba aún mas en el trabajo y en mantener sus oídos sordos.

Entonces, el estruendo continuaba creciendo, se aproximaba y se oía como si ya estuviese en el umbral, como si ya estuviese dentro de la habitación. Levanta la vista, mira y reconoce el espectro que le habían descrito. Allí estaba de pie y hacía señas con un dedo como si le llamase. Atenodoro, por su parte, le hace señas con la mano de que espere un poco y de nuevo se inclina sobre las tablillas y el estilete; el espectro mientras tanto hacia resonar sus cadenas por encima de la cabeza mientras escribía.

De nuevo levantó la vista y vio que el espectro hacia el mismo signo que antes; no se detiene más tiempo, coge la lampara y le sigue. Caminaba con paso lento, como si le pesasen las cadenas. Después que salió al patio de la casa, desvaneciéndose repentinamente abandonó a su acompañante. Una vez solo, este arranca unas hierbas y hojas y las coloca en el lugar como una señal. Al día siguiente se dirige a los magistrados y les pide que ordenen realizar una excavación en aquel lugar. Se encontraron unos huesos, incrustados y mezclados con las cadenas, que el cuerpo putrefacto por la acción del tiempo y la humedad de la tierra había dejado desnudos y consumidos por los grilletes; los huesos fueron recogidos y se les dio una sepultura pública.

En lo sucesivo, la casa se vio libre de los Manes, debidamente sepultados.”

Esta noche de sábado te propongo que leas con los tuyos este relato al calor de un fuego con la única luz de unas velas y que cada uno de vosotros intente recordar algo parecido que haya visto en alguna película o leído en algún libro de terror. Seguro que lo pasas de miedo.

Por cierto y no es una advertencia…ten mucho cuidado con los manes

Feliz Noche

 

 

 

Santi García. Rutas Misteriosas y autor de Cartagena Legendaria